fbpx
Connect with us

DDHH

Esteban Rodríguez Alzueta: «Con la prevención llega la punición, es un gran caballo de Troya»

El docente e investigador dialogó con 25 Horas acerca de los sentidos vinculados a la prevención y la denuncia en tiempos de pandemia.

Published

on

Desde el presidente hasta los anuncios publicitarios de jabón, todes nos piden que nos quedemos en casa. Si no te quedás, te señalamos. Los vecinos, los movileros, la policía. Mientras tanto, cada noche se replican los aplausos «a los médicos», a veces con Himno Nacional mediante. Sobre este clima social enrarecido conversamos con Esteban Rodríguez Alzueta, docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes, director del LESyC (Laboratorio de estudios sociales y culturales sobre violencias urbanas). Su último libro es Vecinocracia: olfato social y linchamientos (EME, 2019).

– En tu nota en Cohete a la Luna utilizás el término «malvinizar» la sociedad para describir el fenómeno comunicacional y social que está ocurriendo ahora. Hace unos días fue 2 de abril y, en el barrio donde vivo, el Himno de las 9 de la noche fue sucedido por el Himno a las Malvinas, a todo volumen. ¿Encontrás alguna relación entre este fenómeno de los aplausos diarios –y sus derivados- y esa “malvinización” de la sociedad que describís en tu artículo?

Esteban Rodríguez Alzueta: – Vuelvo sobre la palabra Malvinas para explorar algunos humores contemporáneos. Todos sabemos que Malvinas sigue siendo una palabra con muchos costados, algunos más visibles que otros, algunos, incluso, que elegimos no ver o esconder debajo de la alfombra. Uno de esos lados oscuros fue el entusiasmo social, pavo, ingenuo, exaltado que averiguamos en la Plaza de Mayo colmada de argentinos avivando a Galtieri, pero también en las campañas de solidaridad impulsadas por figuras importantes del periodismo y la farándula castrense que recaudaba para la dictadura. Mucha de esta gente siguió activa durante muchos años en democracia. Esas imágenes son la expresión de una unión que estaba maldita, mal parida, porque se sostenía en la extorsión y la resignación: Si no haces esto, le haces el juego a los ingleses. Había que aceptar con sufrimiento a los militares. Pero Malvinas estaba también hecha para desviar el centro de atención, para ocultar los desaparecidos, para ocultar el fracaso de la empresa militar, para recomponer la confianza que estaban perdiendo los militares. Ahora bien, cuando digo Malvinas no estoy pensando en el gobierno sino en la sociedad. ¿Qué hizo la sociedad durante Malvinas? ¿Qué eligió ver en esa gesta irresponsable, que tenía un destino trágico –y que conste que no se necesitaba el diario del lunes para saberlo? Bueno, me parece que Malvinas nos habla de la incredulidad de una comunidad entrenada en el miedo, un temor que le había llevado a encerrarse, a vigilar al prójimo y delatarlo. Porque la delación era el lado B del “no te metás”. Malvinas nos habla de lo que es capaz una sociedad que entra en pánico y al mismo tiempo es exaltada. Malvinas fue una gran coctelera donde estaba todo mezclado. Y me parece que con el coronavirus emerge otra gran coctelera social que tiene muchos puntos en común con aquellas vivencias.

Malvinas fue una gran coctelera donde estaba todo mezclado. Y me parece que con el coronavirus emerge otra gran coctelera social que tiene muchos puntos en común con aquellas vivencias.

– En Vecinocracia, señalás que los vecinos necesitan de un enemigo común para elaborar una identidad. ¿Qué identidad –o qué rasgos identitarios nuevos- creés que aparecerán luego de esta crisis, como rasgo común de ese vecino que cumple-las-reglas y está legitimado para señalar al que las rompe?

RA: – Bueno, el enemigo que se propone para desviar nuestros temores con las ansiedades que ello genera, no es nuevo, es el mismo de siempre, o por lo menos el mismo desde hace unas cuantas décadas: los negros, los pobres, los jóvenes, los que viven en barrios pobres, en las villas. Por eso decía en esa nota que esta unidad malvinera o yutera es una falsa unidad, porque se construye para reproducir las desigualdades sociales de siempre. Hay que vigilar a los negros, hay que sitiar esos barrios promiscuos, donde la gente vive en la calle. Ahora bien, dicho esto, lo curioso también es que los sectores progresistas y muchos referentes populares, se engancharon en ese discurso estigmatizador y cargaron las tintas sobre el cheto. La figura del cheto es el reverso del pibe chorro, del negro cabeza. Y se valieron de esa práctica para tomarse revancha, para perpetuar la grieta donde por otro lado estos también suelen moverse como pez en el agua; en definitiva, postularon al cheto para tramitar sus propios miedos. Quiero decirte, la estigmatización no es patrimonio de la derecha, también los progresismos se dedican a identificar al diferente, al que se corre del canon políticamente correcto, para luego delatarlo, escracharlo, es decir, para difamarlo y excluirlo.

– En tu último libro aludís a los escraches en las redes sociales y situás como su antecedente a la cultura del escrache alentada desde la televisión argentina en los últimos veinte años. ¿Cómo se situarían en esa genealogía del punitivismo mediático estas prácticas que aparecen ahora, como la que mencionás de ciertos diarios progresistas explicando cómo denunciar a vecino, o como el movilero de C5N poniéndole el micrófono a un chico para que dé explicaciones de por qué fue a pagar al RapiPago, si es joven y podría hacerlo “por internet”?

RA: – Exacto, no solo el vecino alerta se dedica a vigilar y delatar, también los y las usuarias de redes sociales, mucha de ella gente muy progre, se mueven por las redes como patrullas morales y cuando ven que algo no encaja en sus parámetros morales, que se corre de su microuniverso políticamente correcto, le dan de baja, lo eliminan de la lista de amigos, lo reportan a las autoridades del mercado, lo bloquean y denuncian: es decir, van a ir a su muro y lo van a fusilar, y ponerse a contar los likes que van reclutando y disfrutando por ello. Y eso es lo que los usuarios de las redes sociales hacen frente al enemigo, llámese machirulo, acosador, pibe chorro, político corrupto, Lilita Carrió, etc. etc. Es la misma práctica de siempre, cambian los actores pero la práctica linchadora es la misma, cambian el objeto, pero la puntería siempre es la misma.

– Pienso en esas formas de prevención que se basen más en los cuidados y en el pensar en el otro, y me pregunto cómo podríamos como sociedad, como vecinxs, como personas que potencialmente podemos convertirnos en denunciadorxs, cómo podríamos pensar y organizar esa cuarentena solidaria. ¿Qué herramientas nos faltan para hacerlo? ¿Por qué nuestra cuarentena parece haberse situado en un plano diametralmente opuesto al de la empatía?

RA: – Mirá, a mí me parece que la prevención, el discurso de la prevención, es un gran problema. Porque con la prevención llega la punición, la prevención es un gran caballo de Troya. Con la prevención, o mejor dicho, con esta prevención, llegan la vigilancia y la delación. Es decir, es una prevención hecha con mucha desconfianza y que por tanto genera enemistad. Me parece que necesitamos de otro tipo de prevención, que no nos lleve a tomar distancia del otro sino a tenerlo en cuenta, a pensar con el otro, a sentir al otro. A pensar y sentir con los problemas que tiene el otro. Y entender que los problemas de los otros también son nuestros problemas. Es decir, necesitamos una política de la amistad y de la ayuda mutua. Porque esta prevención reproduce las políticas de la enemistad y la antipatía.

– Para cerrar: ¿Aplaudís a las 9 de la noche?

RA: – No, nunca. No me gusta la ovación tribunera. Me parece un lugar de mucha confusión. En ese aplauso se juntan el linchador y el linchado. Me recuerda a lo que escribió alguna vez Caparros sobre los festejos en el Mundial 78: uno nunca sabía si se estaba abrazando con un verdugo.

Becaria Conicet (cumplió un sueño, le pagan por estudiar). Comunicadora feminista, editora de esta web y responsable de la agenda de géneros en 25 Horas. Se asoma a la docencia, pero sigue cursando since 1992. @ludmila.fl

1 Comment

1 Comment

  1. juan domingo

    12 abril, 2020 at 02:08

    es la ideología del cómodo en su departamento, con su renta segura y la barriga llena. sali del closed ieologico clasemediero.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

DDHH

Otra vez Nunca Más | Los restos hallados son de Facundo Castro

Tras meses de mentiras, encubrimientos e incertidumbre, se confirmó la peor noticia.

Published

on

“Es Facundo. Todavía no sé quién filtró información hace dos días, pero ahora sí sabemos que es él”. Cristina Castro en La Garganta Poderosa.

Hace unas horas se confirmó que los restos óseos hallados el 15 de agosto en el canal Cola de Ballena, localidad de Villarino, son de Facundo Astudillo Castro. La jueza federal María Gabriela Marrón lo confirmó en una audiencia remota que mantuvo con Cristina Castro (la madre del joven), sus abogados, la fiscalía, los peritos oficiales del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y la Comisión Provincial por la Memoria. No obstante, la confirmación de la identidad del cuerpo no hace más que elevar el grito de Justicia, exigir la responsabilidad del Estado, la renuncia de Berni, repudiar el accionar de los medios e insistir con la respuesta a la pregunta: ¿Qué pasó con Facundo Astudillo Castro?

Es sábado 15 de agosto y las pantallas están encendidas. Los rumores se twittean y retwittean. La bronca también. Los medios no lo confirman, pero ponen su foto en la cabecera de la nota. «Hallaron un cuerpo flotando en el río, cerca de donde se lo vió por última vez». ¿Qué hicieron con mi hijo? Preguntaba Cristina Castro hace tan solo unas horas en su cuenta de Twitter. ¿Dónde está Facundo Castro? Preguntamos nosotrxs durante meses. Y ahora es cuando cambia el tiempo verbal de la pregunta, porque el presente se vuelve incómodo e insostenible, pero el pasado todavía nos debe una explicación. Y ahora es cuando el interrogante se vuelve retórico, se convierte en un símbolo, se convierte en reclamo: Justicia.

Memoria, Verdad y Justicia. Pero es como si el Nunca Más no fuera lo suficientemente fuerte.

Es sábado 15 de agosto y ya atardeció. En la casa de Luciano Peretto, abogado de la familia de Facundo Astudillo Castro, suena el teléfono. Atiende. La llamada era de la Fiscalía Federal n°1 de Bahía Blanca para comunicarle que un pescador había avistado un cuerpo flotando en un canal en el límite entre Villarino y Bahía Blanca. Cuarenta y ocho horas antes la Policía Federal había rastrillado ese lugar, pero no habían encontrado nada.

Luciano Peretto se acerca a la zona indicada. Cristina Castro, Santiago Ulpiano Martínez -el fiscal de la causa- y el resto de los abogados también. La Policía ya tiene un operativo desplegado y el perímetro está vallado. Tienen que ingresar al terreno con vehículos 4×4, porque es una región pantanosa. Metros antes de llegar, la camioneta donde iba la madre se entierra y agentes de la Federal le ayudan a destrabarla. La misma institución acusada de la desaparición de su hijo. ¿Entonces ninguna persona podría acceder ahí caminando? No. Y aún así durante meses se insiste en esa hipótesis. Que se perdió, que caminó por la vía, que se cayó. «Si ese cuerpo es de Facundo, no llegó voluntariamente ahí», afirmó Leandro Aparicio, otro abogado de la familia, a C5N esa misma tarde. De cualquier forma, ellos tampoco llegaron. La Policía no les permitió ingresar al perímetro. En compensación les mostraron fotografías de un esqueleto semi enterrado en la arena. No se podía precisar si era Facundo, pero su madre tuvo una corazonada.

La cuarentena hace que cada día sea insostenible, pero para algunxs mucho más. Desde el 30 de abril de 2020 Cristina Castro cuenta los días, pide explicaciones y exige la aparición de su hijo. Facundo Astudillo Castro, Kufa, fue visto con vida por última vez aquel jueves cuando salió de la localidad de Pedro Luro con dirección a Bahía Blanca, con la intención de restablecer la relación con su expareja. “Lo reté muchísimo, le dije que iba a tener multas y que otra vez estaba volviendo con su exnovia con la que había terminado tan mal, estaba furiosa”, dijo Cristina al aire en AM 750. Facundo la había llamado cerca de las 13 cuando pronunció: «Mamá, vos no tenés idea a dónde estoy, no me vas a volver a ver». Desde ese día, Cristina repasa esas palabras. “Tendría que haber advertido que me dijo ‘mamá’ porque ellos siempre me llaman ‘bruja’”, agregó a la emisora radial.

Los oficiales Jana Jennifer Curuhinca y Mario Gabriel Sosa detuvieron al joven de 22 años en la ruta 3 a las 10 de la mañana. Tanto ellos como los policías del siguiente pueblo, Teniente Origone, dijeron que lo dejaron seguir y que solo le hicieron una infracción por circular sin permiso en violación de la cuarentena. Pero unos mensajes -originalmente borrados- que se dieron a conocer el 10 de agosto indican lo contrario. 

– Bueno quedate tranqui Janita nadie sabe que fuimos nosotros, aparte es como dice el jefe nosotros hicimos nuestro trabajo. 3 de julio a las 11.39. De Mario Gabriel Sosa a su compañera Jana Jennifer Curuhinca. Cinco días después de hallar esa prueba es el teléfono de Cristina el que recibe un mensaje. Había aparecido un cuerpo en Villarino y podía ser de Facundo.

Y entonces, una de esas noches para el olvido pero que justamente no deben ser olvidadas, empieza. Se anunció que, para apartar a la Policía del peritaje del cuerpo, la autopsia la realizaría el Equipo Argentino de Antropología Forense en Buenos Aires. Los médicos recién viajarían hasta Bahía Blanca para retirar el esqueleto el domingo 16 a las 8:30 de la mañana. Aún así, nadie podía dormir. Nosotrxs esperando un atisbo, una respuesta que en realidad no queríamos escuchar. Cristina guiándose por la intuición, presintiendo que era el cuerpo de su hijo, custodiándolo durante la noche con una carta de dos opciones: o muerto o desaparecido.

Ni vos ni yo somos Facundo. Ni fuimos Santiago, ni fuimos Luciano. Y no es tan cierto que todxs podamos serlo. Hay una tendencia sistemática en los cuerpos que son vulnerados, desaparecidos y asesinados por el Estado. El pibe de gorrita no es una expresión. Es un arquetipo. Según el archivo de casos de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), Facundo Astudillo Castro es una de las cuatro carátulas que figuran como desaparición forzada durante la gestión de Alberto Fernández. A Facundo se le suman Luis Espinoza en Tucumán, Carlos Orellano en Santa Fé y Francisco Valentín Cruz en Florencio Varela. Los tres aparecieron días después: en un barranco, en un río y en una cantera cubierto de brea, respectivamente. Ahora fue el turno de Facundo. El mismo informe data que desde el inicio de la gestión actual hasta el 12 de agosto de 2020, 154 personas fueron asesinadas por el Estado, de las cuales 67 corresponden a la provincia de Buenos Aires. ¿Qué hizo Berni mientras tanto? Anduvo en helicóptero, frenó operativos, blasfemó en los medios, dio datos falsos sobre la investigación (como que había aparecido una mochila a metros del cuerpo, lo cual resultó no ser verdad) y le declaró la guerra al Covid-19. “Al virus en mí le quedan las horas contadas”, twitteó cuando anunció que el resultado de su test era positivo, el pasado 14 de agosto. Y ahora el coronavirus no es la única muerte de la que vas a tener que hacerte responsable, soldado.

La confirmación no fue sorpresa. El lunes, grandes medios nacionales -TN, Clarín, La Nación, Infobae, Perfil, América e incluso la agencia estatal Télam- habían filtrado el resultado de la prueba de ADN. ¿O lo habían inventado? El punto es que la primicia invadió redes y televisores. Avasallados por la “noticia”, Cristina y los abogados contrarrestaron rápidamente el comunicado y declararon que los resultados no estarían si no hasta el miércoles (hoy). Algunos medios ni siquiera dieron de baja el titular original. No es la primera vez que la información no corre por el caudal que debería. Durante el operativo del 15 de agosto, el fiscal Ulpiano Martínez estuvo hablando por teléfono con Sergio Berni antes de darle alguna información a la madre o a los abogados, quienes se enteraron lo que, en teoría, ocurría a metros suyo a través del portal Data Clave con quien el ministro de Seguridad Bonaerense estaba en comunicación.

Tampoco fue ese el único arremetimiento contra la querella. Recientemente, el 30 de agosto, la jueza solicitó sanciones y acciones penales contra Luciano Peretto por haber dicho en un medio televisivo que Facundo fue víctima de desaparición forzada. Si bien desde julio esa es la carátula que figura penalmente -para apartar a la Bonaerense de la investigación-, para la familia nunca hubo otra opción. El Estado es responsable. Ahora solo quedan preguntas y mucha esperanza puestas en manos del EAAF. ¿Cuándo murió? ¿Cómo murió? ¿Dónde murió? ¿Fue el cuerpo plantado?

Certezas, en cambio, pocas. Para Cristina y buena parte de nosotrxs, otra vez el Estado. Otra vez el encubrimiento. Otra vez gritamos Nunca Más. Y otra vez pareció no importarles. Lejos estuvieron los 30 mil de ser los últimos. Y lejos está nuestra democracia de enorgullecerse por algo. Borraron pruebas, baldearon comisarías, inventaron declaraciones pero se les escapó un amuleto, una foto del DNI, la fuerza de una madre, la indignación de un país. ¿Cuántas veces más vamos a vivirlo de nuevo? ¿Cuántas veces más vamos a gritarlo de nuevo?

Una vez más. Y todas las que sean necesarias: Justicia. Memoria, Verdad y Justicia.

Ahora y siempre.

 

 

¡Gracias por leernos! ¿Te gusta nuestro trabajo? Somos un medio independiente y autogestivo. Si querés darnos una mano, ¿nos invitás un café? ☕
Invitame un café en cafecito.app

Continue Reading

DDHH

La cuarentena en el fondo | Mención especial concurso REPORTAR

Una crónica sobre cómo se vive la pandemia entre lxs adolescentes de la villa 31.

Published

on

Por Sergio Delgado, integrante de la Asociación Civil Detrás de Todo

[La cuarentena en el fondo es una crónica que se inscribe en el marco del concurso literario REPORTAR, organizado por la Asociación Civil Participar es el Comienzo, que convoca a estudiantes de escuela secundaria al encuentro con la escritura, la investigación y la reivindicación de derechos y la agenda democrática. Presentamos aquí la crónica que obtuvo la mención especial en la edición 2020.]

El año pasado me iba del colegio, llegaba a casa y salía corriendo hacia los talleres de arte del centro comunitario del sector Cristo Obrero del barrio Carlos Mugica. Todos los días en el camino me encontraba con chicos y chicas con guardapolvo y mochila que retornaban de la escuela, cansados, para hacer la tarea. Otros sudaban porque venían de jugar un partido en la canchita. Hoy, en plena cuarentena, los veo espiando desde sus ventanas o los encuentro en la fila de los comedores. Ahora ya no salgo corriendo hacia el taller de revista o de teatro, sino que voy a buscar la la vianda del día. Me impulsa el grito de mi vieja advirtiéndome que no me olvide del barbijo y que me apure “antes de que se acumule mucha gente”.

En este aislamiento, varios adolescentes de las villas 31 y 31 bis sobrepasamos distintas dificultades. A la falta de garantía de derechos básicos que atraviesan los barrios populares del país, con la pandemia se suma la falta de recursos para obtener una educación digna. Varios de los chicos y chicas que hace unos meses no podían contar con hojas, cuadernos y lápices para empezar la clases, ahora lidian con más barreras en sus estudios por la falta de computadoras, celular o Internet para recibir los trabajos que envían los maestros y maestras. “¿Es esta la manera de cuidarnos? Ni una educación digna podemos tener ya que con la pandemia se fue la poca accesibilidad que teníamos a ella”, reprocha Santiago.

Fuente: Red de Educación del Barrio Carlos Mugica

Ezequiel es un adolescente que vive en el sector ferroviario de la villa y atraviesa problemas de adicciones. “Con mis 16 años ya pisé varias comisarías”, menciona. En el barrio Mugica las fuerzas de seguridad de la ciudad no realizan sus deberes como autoridades públicas. “Con la pandemia, los policías no hacen nada”, reprocha Josefina, madre de Ezequiel. “Desde que empezó la cuarentena no puedo parar a mi propio hijo”, agrega. Josefina tiene miedo de salir a buscarlo por el virus. No es la única vecina que sufre a causa de la pandemia y del abandono del gobierno. Hay otras y otros que pasan hambre en sus propias casas. “Los comedores no dan abasto, desde que comenzó todo esto más gente se anota para pedir comida”, reprocha angustiada. 

La Secretaría de Integración Social y Urbana del barrio tiene la función de alcanzarle mercadería a los vecinos aislados por el covid-19. La bolsa incluye un paquete de fideos, dos caldos, leche en polvo, una chocolatada y galletitas. Con esas provisiones deben comer por 15 días. Si no fuese por las agrupaciones, nos hubiéramos muerto de hambre, remarca Santiago. Las organizaciones sociales juegan un rol fundamental en estos momentos. Cuando varios comedores cierran sus puertas por casos confirmados, aportan mercadería y bandejas de comida.

Los habitantes del barrio Mugica no solo convivimos con la irresponsabilidad de quienes deberían cuidarnos, también debemos aguantar el abuso de poder por parte de las fuerzas policiales. Estaba en la puerta de la casa de un amigo, esperando que me abriera, cuando dos policías llegaron en moto y el acompañante me apuntó con una escopeta en la cara. Cuando mi amigo salió, arrancaron y se fueron como si nada. Si no los escuchaba, no sabemos qué hubiese pasado”, dice Luis.

En los nuevas viviendas en el fondo de la villa, María cuenta que los policías aceptaron como soborno una Coca Cola por parte de unos vecinos que jugaban al fútbol a pesar de las medidas de distanciamiento. Los “jugadores” dicen que han tenido covid-19 y que se recuperaron al igual que toda la gente en la cancha. Los oficiales solo le dieron un apretón de manos a quienes les “regalaron” la bebida. 

Más allá de la violencia en las calles, están las que se ejercen al interior de las casas. Una de las adolescentes menciona sufrir maltrato de su padrastro. “Mi mamá sólo se calla”, susurra entre lágrimas Lucía. “Ya no aguanto más esto”, resalta con bronca. 

No son sólo estas las situaciones de maltrato e impunidad las que atravesamos los pibes y pibas de los barrios populares, sino que también nos toca vivir otras que preferimos callar por miedo o vergüenza. Esperemos que al terminar la pandemia podamos tener más acceso a recursos básicos. Como dice una canción de rap compuesta por los adolescentes del fondo de Cristo Obrero: “Las mismas caras de siempre, promesas sin cumplir, con la mirada al frente nuestros derechos exigir”.

¡Gracias por leernos! ¿Te gusta nuestro trabajo? Somos un medio independiente y autogestivo. Si querés darnos una mano, ¿nos invitás un café? ☕

Invitame un café en cafecito.app

Continue Reading

DDHH

Agridulce | Crónica ganadora del concurso REPORTAR

A un año del juicio oral y público de la Subzona 14 II, el segundo por delitos de lesa humanidad en La Pampa.

Published

on

Por Alejo García, estudiante del Colegio Secundario 9 de julio de La Pampa

[Agridulce es una crónica que se inscribe en el marco del concurso literario REPORTAR, organizado por la Asociación Civil Participar es el Comienzo, que convoca a estudiantes de escuela secundaria al encuentro con la escritura, la investigación y la reivindicación de derechos y la agenda democrática. Presentamos aquí la crónica ganadora de la edición 2020.]

Bajo el techo de un viernes despejado, antes de que el sol arranque, quejoso, a flotar como un globo ardiente desde las sabanas del alba, el rumor de las calles dio comienzo a esta historia. Nadie aguardaba las horas de esta mañana que los años habían dejado rezagadas y olvidadas en algún cajón con telarañas. Durante décadas los diferentes gobiernos democráticos no habían evidenciado más que vil complicidad con el genocidio de la última dictadura militar; ellos, tomados de la mano con las botas uniformadas y los corbateados faltos de nombre. Sin embargo, el pueblo, organizado, con los trapos harapientos de tantos sacarlos a pasear, logró dejar en el banquillo de los victimarios a los responsables de la masacre. Fue entonces que, en aquel encuentro de vidas a la espera, nos recibió un rayo de sol huyendo al vuelo, chocándose torpe con las ventanas recién despiertas y, sobre ellas, el cielo, enorme como una estela de acuarelas, soltando unos suspiros tiernos colados en cada ventarrón. Marcábamos el paso con la frente en alto, corajudos, y la calle deslizaba su vientre de avenida para dejarnos pasar a los mismos de siempre, los sin nombre, visitantes recurrentes de sus callejuelas y de veredas desgastadas.

Fue ahí, por el brotecito de las luces que, sobre las esquinas ciegas de esta ciudad culpada de isla, fueron llegando los primeros héroes y heroínas: había quienes se perfumaron con vestidos repletos de colores, y otras que se conformaron pintadas como de carbón; había unas estallando de ira y otros, en cambio hilando lágrimas sobre una mejilla enrojecida, agitando el corazón por los que nos habían escondido a fuerza de plomo, jaula y mentiras. Incluso nadaba junto a nosotros, con dulzura, por aquel mar enorme de rostros, una viejucha con la pena de la luna colgada en la cabeza, como si fuera la madre de una pajarera zurdita, que se iba armando de a miguitas aladas, con el alpiste de la memoria en cada trapo volador.

El mediodía nos halló y, con el sol como un sombrero, atentos a las ventanas del Colegio de Abogados, donde el juicio transcurría; donde otras faunas, igual de extrañas, tejían, a ritmo lento, los resultados de esta espera: los jueces de semblante serio y cabello engominado dieron por iniciada la lectura de sentencias, y los abogados, con la furia del pasado recorriéndoles los parpados, se mantuvieron en su sitio. ¡Silencio, silencio!

 

Poco a poco, y sin prisa, los nombres borrados fueron cayendo por los caminos del oído, aferrados a cada palabra suelta. Lluvia de estrellas, de recuerdos, de memoria recurrente, de dónde están y qué les hicieron. ¿Y las caras tras las letras? Seguro las hay; siempre las hubo. Hay ojos con tormentas, y bocas, y risas estruendosas, o acaso reservadas. Seguro algún ceño fruncido; tal vez uno iba en camisa y otra, liviana, en camisón. Y en las ovaciones por cada bestia condenada, se acurrucaban suspiros de paz.

Y es que este otro cuento arranca cuando huía al vuelo un rayo del sol, de esos que zapatean en las ventanas o en las selvas latinas y en el tugurio sombrío de los malos de siempre, adornado con el trapo de rayas rojiblancas, se oyeron sombras riendo, ocultas, en la embajada poderosa de la patria maldita. Y, sin que nadie viera, el sol dejó su choza en los cristales, huyendo despavorido. Y los cristos se taparon los ojos, en sus cruces quietas; y los libros se perdieron, o tropezaron al costado de los amores anónimos, de las risas sin historia, de las esperanzas ciegas y de los amigos que hay entre poema y poema. Época en cenizas. Los colectivos y los coches se miraban al cruzarse en las esquinas, sin atreverse a desearse buenos días compañero, porque los días no eran buenos y porque no vaya a ser que disculpe, documentos, que no los tengo y dale más fuerte, que ya va a hablar.

Finalmente sopló su última nota el recital del ventarrón, anunciando la llegada de la tarde frente a la Seccional Primera, unidos hombro a hombro, con el sol más discreto. ¿Y entonces? ¿Y ahora? Los pétalos no hablan, de eso estoy seguro; como tampoco las paredes, aún cuando lo hemos intentado. Solo nos queda darles rejas a las lunáticas canallas, pienso. A los Baraldini, a los Greppi, a los Pérez Oneto.

Sin embargo, cuando asomaba la despedida de aquella jornada de lagrimones colgados y guirnaldas de abrazos, se oyó en la vigilia enmudecida, una voz segura, que “a Aramburu lo juzgó el pueblo”, y un alud de miradas cruzadas completó con “a estos también los vamos a juzgar”. Nadie salió a enhebrarle palabras, nadie rompió el vals calladito del viento para discutir, para agregar. Pero asentimos desde el corazón cansado, desde la terca memoria. Nunca uno está seguro de aplaudir a tales dichos, pero así debemos hacerlo, aún cuando sea desde un rincón del corazón. Que se caguen los de moral limpita.

Agridulce. Siempre será tan agridulce (Y el rayo de sol se volvió a su nido de cristal, cuando la patria ya era del ocaso. Llegó para decir adiós, con la memoria sana y una sonrisa).

Mierda si será agridulce.

El 16 de agosto de 2019 los jueces del Tribunal Oral Federal de Santa Rosa, La Pampa condenaron al ex jefe de la Policía, Luis Enrique Baraldini, y al ex secretario de la Gobernación, Néstor Greppi, a 25 años de prisión en el marco del juicio de la Subzona 14 II, por secuestros y torturas producidos durante la última dictadura militar. A su vez, sentenciaron al médico policial, Máximo Pérez Oneto, a 16 años de cárcel.

¡Gracias por leernos! ¿Te gusta nuestro trabajo? Somos un medio independiente y autogestivo. Si querés darnos una mano, ¿nos invitás un café? ☕

Invitame un café en cafecito.app

Continue Reading

LO MÁS LEIDO

25horas, su diseño, logo y contenido son propiedad de 25horas Producciones y se encuentran pendientes de registro. Su reproducción o utilización total o parcial serán reclamados judicialmente conforme las leyes vigentes en la República Argentina.